sábado, 9 de febrero de 2013

CAPÍTULO 23.


23 1Sentado a la mesa de un señor,
mira bien quién tienes delante;
2ponte un cuchillo a la garganta
si tienes mucha hambre;
3no seas ansioso de sus manjares,
que son comida engañosa.
4No te afanes por enriquecerte,
deja de pensar en ello;
5le echas una mirada, y ya no está,
ha echado alas como un águila
y vuela por el cielo.
6No te sientes a comer con el avaro
ni ansíes sus manjares:
7son un pelo en la garganta, [amargura en el
paladar];
te dice: Come y bebe, pero no te aprecia;
8el bocado comido lo tendrás que vomitar
y habrás malgastado tus palabras corteses.
9No hables a oídos insensatos,
porque despreciarán tus sensatas razones.
10No remuevas los linderos antiguos
ni te metas en la parcela del huérfano,
11I porque su defensor es fuerte
y defenderá su causa contra ti.
12Haz caso de la corrección,
presta oído a los consejos de la experiencia.
13No ahorres castigo al muchacho:
porque le azotes con la vara no morirá;
14tú lo azotas con la vara
y libras su vida del Abismo.
15Hijo mío, si tu corazón se hace sensato,
yo me alegraré de corazón,
16sentiré un gozo entrañable 
cuando tus labios hablen con tino.
17No sientas envidia de los pecadores,
sino siempre de los que respetan a Dios;
18así tendrás un porvenir,
y tu esperanza no fracasará.
19Escucha, hijo mío, sé juicioso,
encamina bien tu mente:
20no te juntes con bebedores
ni vayas con comilones,
21porque bebedores y comilones se arruinarán
y el holgazán se vestirá de harapos.
22Escucha al padre que te engendró,
no desprecies la vejez de tu madre:
23compra la verdad y no la vendas,
educación y prudencia;
24el padre del honrado se llenará de gozo,
el que engendra un hijo sensato se alegrará,
25tu padre estará contento de ti
y gozará la que te dio a luz.
26Hijo mío, hazme caso,
acepta de buena gana mi camino.
27Fosa profunda es la mala mujer,
pozo angosto es la ramera;
28se pone al acecho como un salteador
y provoca traiciones entre los hombres.
29¿A quién los ayes?, ¿a quién los gemidos?,
¿a quién las riñas?, ¿a quién los lamentos?,
¿a quién los golpes de balde?,
¿a quién los ojos turbados?
30Al que se alarga en el vino
y va catando bebidas.
 
31No mires al vino cuando rojea
y lanza destellos en la copa;
32se desliza suavemente,
al final muerde como culebra
y pica como víbora.
33Tus ojos verán maravillas,
tu mente imaginará absurdos;
34estarás como quien yace en alta mar
o yace en la punta de un mástil.
35«Me han golpeado, y no me ha dolido;
me han sacudido, y no lo he sentido;
en cuanto despierte volveré a pedir más».

23,1-3 Ser invitado por un superior es ocasión propicia y peligrosa. El jefe obsequia y observa, festeja y pone a prueba. El invitado está especialmente expuesto, porque le ofrecen manjares apetitosos a los que no está acostumbrado. Son engañosos porque, mientras deleitan y sacian, ponen al descubierto la educación o su falta.

23,4-5 En el verso 4 es dudosa la segunda parte. Interpreto: cesa en tu ocupación (con la riqueza). En el v. 5 es dudosa la traducción "echas una mirada". Lo demás es claro: las riquezas vuelan. La instrucción de Amenemope es más rica y elaborada; cito versos semejantes: "No te afanes por hacerte rico, conténtate con lo que tienes ... ves su lugar, ellas no están ... echaron alas de ganso y volaron por el cielo".

23,6-8 "Pelo en la garganta": que hace vomitar: expresión metafórica. Si el invitado es un sabio de profesión, sus "buenas palabras" pueden ser alguna disertación en obsequio del que invita, con las cuales esperaba cobrarse el banquete. Ni las palabras aprovechan al anfitrión ni la comida al sabio.

23,9 Véanse las descripciones de Eclo 21,12-28; 22,9-15 y el agudo dístico de Prov 26,4s.

23,10-11 Continúa y completa lo dicho en 22,28. El texto bíblico no sacraliza los linderos, pero declara que el Señor en persona es su garante. La figura material del lindero puede funcionar como imagen de otros derechos. De Amenemope: "Agrada a Dios quien delimita los linderos de los campos".

23,12 El proverbio, sobre tema conocido, sirve para comenzar una nueva introducción, sin contactos con Amenemope.

23,13-14 Empieza con un consejo dedicado a los educadores. Es la norma de "la letra con sangre entra" o "quien bien te quiere te hará llorar" llevada al extremo del peligro mortal. Véase la exposición que aparece en Eclo 30,1-13.

23,15-16 El educador-padre echa mano de argumentos más cordiales. Resuena 10,1 en tono intensamente personal. La sensatez será de mente y labios.

23,17-18 El salmo 73 describe el atractivo de los pecadores. El salmo 37,1.37 recoge las dos partes de este proverbio.

23,19-21 Coincide parcialmente con una la ley de Dt 21,18-21. Véase Eclo 18,30-33.

23,22-25 Un buen comentario al precepto del decálogo y a este proverbio en Eclo 3,1-16. Se menciona la verdad-fidelidad, poco frecuente en el libro. La motivación junta los valores sapienciales y éticos.

23,26-28 El tema ocupa largo espacio en la primera colección del libro; véase también 22,14. La ramera se introduce en el tejido de las relaciones sociales y familiares provocando deslealtades y traiciones.

23,29-35 Esta pieza descriptiva es una de las mejores del libro. Comienza por el final, preguntando por la causa de tantos gemidos, y la encuentra en el vino. Describe sensaciones de vista y tacto; después recurre a las imágenes: picadura de culebra, mareo de navegante. Se asoma a la fantasía del borracho con su monólogo interior, escuchado y amplificado por el autor. Y vuelta a comenzar: ¿para qué tanto preguntar? La pieza tiene un tono irónico, comprensivo; no apela a consecuencias extremas. Pasajes semejantes se leen en nuestras letras, p. ej. Baltasar del Alcázar, Quevedo. Compárese con Is 5,11.22, y la descripción
brutal de Is 28,7s. 

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